Reportaje de El Mundo que habla de la situación del entorno del Colegio por las nuevas viviendas construidas en la zona, la parcela del colegio y la falta de equipamientos.
Mientras los pisos avanzan a un ritmo vertiginoso, cuatro parcelas permanecen olvidadas. La montaña de escombros se yergue inalterable convertida en un símbolo de la demolición del Vicente Calderón. Ni rastro del polideportivo municipal que se iba a levantar en este solar.
Tampoco se ha movido una piedra en las dos fincas donde se planeaba edificar las ampliaciones del instituto Gran Capitán y del colegio Tomás Bretón ni en la que se contemplaba construir un centro de mayores intergeneracional.
En un principio, la montaña cumplió su función de ejercer de barrera acústica para evitar los ruidos a los vecinos de este barrio de Imperial, en el distrito de Arganzuela.
Ahora es la muestra palpable de que, cuatro años después del comienzo de las obras, no se ha realizado ninguno de los equipamientos prometidos por el Ayuntamiento y la Comunidad.
«Los pisos se están terminando, pero los servicios son nulos. Si ya eran poquísimos para los residentes actuales, ¿qué vamos a hacer cuando vengan a vivir todas las nuevas familias? Nos quieren hacer residir en una colmena de hormigón y cemento», se pregunta Maite Gómez, presidenta de la Asociación Pasillo Verde.
Los padres de los alumnos del Gran Capitán y del Tomás Bretón también lamentan que no se haya avanzado nada en las parcelas de ampliación de las instalaciones ni que se haya mejorado el entorno escolar, donde hay cada vez más tráfico para acceder a la M-30.
«Ahora mismo las parcelas están, literalmente, en barbecho, acumulando malas hierbas y esperando a que alguien de la Consejería de Educación se digne a estudiar el tema para evitar el caos que se nos vendrá encima cuando vengan a vivir las nuevas familias. Va a ser un desastre», critica Eduardo Ramis, miembro de la citada asociación.
Algunas de las 1.300 viviendas planificadas en Ribera del Calderón, el desarrollo urbanístico aprobado por el Gobierno de Manuela Carmena que se edifica sobre la extinta fábrica de Mahou y el derruido estadio del Atlético de Madrid, se entregarán ya en el mes de septiembre de 2023.
Es el caso del Grupo Ibosa, que tiene previsto terminar el edificio Zaurak el próximo mes de mayo para entregar las viviendas en septiembre. Estos pisos se han construido en régimen de cooperativa, con lo que han costado un 30% menos que el resto, que rondan los 458.000 euros los pisos de dos dormitorios y 70 metros cuadrados.
Mientras tanto, a falta de instalaciones deportivas, los niños del barrio se tienen que entrenar al aire libre en Madrid Río. Borja Álvarez es el fundador del Club Running Río, un proyecto que surgió de la demanda de los alumnos de los colegios de la zona que querían seguir haciendo atletismo fuera del horario escolar.
«Movemos a unas 200 personas y nos las llevamos al parque. Con los alumnos de Secundaria nos tenemos que ir a Aluche para poder entrenar. Si queremos fomentar el deporte entre los jóvenes, necesitamos un espacio para correr o hacer salto de longitud», explica Álvarez.
PISTA DE ATLETISMO
Los vecinos confiaban en que en los terrenos donde estaba el Calderón se construyese un polideportivo -como figura en la memoria del proyecto- y reclaman ahora que se incluya una pista de atletismo, que siga la huella del estadio, como lugar simbólico en homenaje al desaparecido templo del Atleti.
Los arquitectos que diseñan el ajardinamiento del cerramiento de la M-30 están examinando la modificación del óvalo actual para poder incluir un circuito cerrado de tierra y adaptarlo a las exigencias del atletismo.
«Tanto los clubes del barrio como los vecinos creemos que una pista al aire libre, donde se pueda entrar sin pagar, a cualquier hora del día, sería ideal. Si vale para competiciones, estupendo, pero creemos más en la promoción del deporte base. La población escolar es muy grande, a ambos lados del río», afirma Eduardo Ramis, miembro de la Asociación Pasillo Verde.
Desde el Ayuntamiento aseguran que estudian el uso que se va a dar a las parcelas dotacionales y que contempla la construcción de un centro de mayores. También sostienen que el equipamiento deportivo que hay actualmente proyectado en el distrito de Arganzuela es el de Ricardo Damas, ubicado en Legazpi.
COMERCIANTES ESPERANZADOS
Si los residentes están enfadados, los comerciantes se muestran esperanzados. Con la demolición del Vicente Calderón, muchos bares colindantes, como el Parador o el Bar Resines, cerraron sus puertas, pero, actualmente, hay tabernas que están viviendo su particular agosto.
Los cientos de obreros que trabajan en los bloques de viviendas han revitalizado los mesones de toda la vida del barrio como el Jardín de los Pontones o el bar Cantalejo y han surgido negocios nuevos como Levaduramadre o el restaurante Grill77.
También es el caso de El sueño de Carmen, un bar situado en la calle San Epifanio, en la zona cero de las obras. Pese al continuo trasiego de camiones y al polvo que flota en el ambiente, la terraza de este establecimiento está repleta.
Su dueño, Gonzalo Bermúdez, estuvo dos años mirando locales y se decidió por este bar que llevaba tres años cerrado. Pese a que la zona era un erial, Bermúdez abrió el pasado mes de abril y se encuentra pletórico: «Estoy supercontento. Todos los días viene un chorreo de obreros y no puedo atenderlos a todos. Ellos no son de media barrita con tomate, sino desayunan bocadillos o huevos con panceta, botellines, licores... Son facturaciones altas».
Los comercios se frotan las manos ante la llegada de nuevos clientes. A Estudio Pilates le va mejor que nunca, pero Yolanda Díaz, la dueña de la escuela, se ha tenido que mudar del barrio.
«Yo vivía aquí al lado en la calle Toledo, pero en cuanto vi toda esta movida, me marché. Va a ser imposible aparcar y el atasco será masivo. Cuando venga todo el mundo, no sé dónde nos vamos a meter. Sólo hay un ambulatorio y no hay servicios suficientes», concluye